Thursday, August 23, 2007

Sobre la depresión

Jorge E. González Ayala

En la universidad tenía un amigo que había estudiado psicología al que llamábamos Freud. Un día le pregunté acerca de la depresión. Me contestó que sentir tristeza es normal, incluso sin ningún motivo y periódicamente. El problema, me explicó, es cuando esa tristeza no te abandona, cuando pasan más de una hora, de tres horas, un día, un mes. Eso es a lo que llamamos depresión y existen de varios tipos. Yo no soy ni psicólogo ni psiquiatra, he sido paciente, eso si. También he sido observador a la largo de los años tanto de mis patologías como de quienes me rodean. Por último, me he dado a reflexionar acerca de este mal al que llamamos depresión.

Es un tema bastísimo, miles de miles de cuartillas se han escrito acerca del tema. No poder salir de la cama, sentirse miserable y guardar un dolor tan grande que cuando se manifiesta físicamente se hace insoportable. Como se hace insoportable salir, ver o hablar con otras personas, trabajar, leer, estudiar, ser productivo. Noches en vela, dando vueltas sobre la cama.

Si bien he sufrido de problemas depresivos desde chico y tengo identificadas muchas de sus causas no es mi intención hacer pública mi psiquis. Quiero compartir en todo caso, las conclusiones que me parecen pueden ser de provecho para aquellos que sufren de depresión o que tienen cercanía con personas deprimidas.

En primer lugar hay que tomar la decisión de hacer algo al respecto, preferiblemente antes de tocar fondo. En mi caso sufrí un colapso nervioso en una gasolinera. Por diversas circunstancias llegué a un nivel de estrés límite. Durante días lloré y un dolor en el pecho se intensificaba a cada hora. Tras muchas horas de soportarlo llegué a comprender a los suicidas. ¿Y si nunca desapareciera? Llegó a ser tan intenso que lo único que pensaba era en cómo obtener alivio a mi dolor, cómo quedarme dormido, cómo descansar. Ahí entendí por qué alguien era capaz de saltar de una ventana, colgarse, meterse un tiro o acabarse la botella de sedantes. Cualquier cosa que te permita deshacerte del dolor y descansar te parece viable.

Tras quedarme inmóvil en el piso de una gasolinera, lúcido en mi mente pero incapaz de mover mis músculos, todos los escenarios me pasaron por la cabeza. Pensé en un derrame cerebral y que iba a quedar parapléjico el resto de mis días. Finalmente pensé que iba a morir. Ya con el doctor, me explicó que todo era producto del estrés y de mi mente. Me recetó ansiolíticos y me recomendó buscar terapia.

Decidí que haría todo lo necesario para salir adelante. Ese es el primer paso. Tomar conciencia del problema y atreverse a enfrentarlo. ¿Cómo explicarlo correctamente?

Hay que tragarse el orgullo y exteriorizar el problema. Por una parte permitir a los que te quieren que te ayuden. Primeramente la familia. Paradójico, pero cuando más indefenso te sientes es cuando necesitas bajar la guardia y permitir que aquellos que te aman te escuchen, te apapachen, te vean llorar.

Lo siguiente es buscar ayuda profesional. Uno tiene sin número de resistencias al respecto, pero el puro hecho de saber que estás haciendo algo al respecto te otorga un sentimiento de control sobre tu vida. Personalmente escogí el psicoanálisis por considerarlo una opción científica y porque no quería que me medicaran. Pero cada cabeza es una historia diferente, conozco personas que les ha funcionado el psiquiatra y la homeopatía.

Lo importante es poner manos a la obra, no dejarse ahogar por la depresión. Jack Kerouack, que sabía de estás cosas, sostenía que no hay mejor terapia que mantenerse ocupado. A trabajar, salir de la cama y poner manos a la obra. No escuchamos de problemas de depresión en las comunidades rurales, yo supongo porque los campesinos están siempre ocupados. Tienen problemas, si, enfermedades, tragedias personales, pero su trabajo de sol a sol no les da tiempo en el sofá frente a la televisión comiendo papas para pensar en todas las cosas terribles de su vida. El ocio mal empleado es uno de los mayores aliados de la depresión.

Hacer ejercicio suena a recomendación del Reader’s Digest, pero funciona. A nuestro deterioro anímico le sumamos el deterioro físico. Los griegos tenían razón, mente sana en cuerpo sano. No se trata de hacerse atleta, sino de oxigenar la sangre, producir endorfinas, sentirte mejor físicamente producirá una mejora anímica invariablemente.

Por otra parte hay que estar preparados para la vida en sí. No es fácil, y nadie nos lo dijo de chicos. Cuando se está deprimido suele pensarse que los males que nos aquejan son irremediables. Así pues el que sufre de desamor cree que nunca volverá a enamorarse, el desempleado que nunca volverá a tener empleo, el infeliz, que nunca volverá a gozar de la felicidad. La verdad, es que en la mayoría de los casos, todo tiene remedio o se puede superar. Desgraciadamente la vida tiene altibajos, algunos muy desagradables, incluso irremediables, como la perdida de un ser querido o algunas enfermedades. Shit happens, dicen los gringos. Así es. Y debemos estar listos. Las malas rachas pasan, así como las buenas, hay que aprender de cada una de ellas. En el caso de la depresión el peligro es dejarse tragar por el monstruo. Dejar que asuma el control de nuestras vidas es una posibilidad que no hará más que anular la posibilidad de ser feliz y pleno, abriendo de par en par las puertas a la amargura y la frustración. En los peores casos la locura y el suicidio. Al igual que las adicciones la depresión es una enfermedad, pero es una enfermedad que se puede combatir y que no sólo le hace daño a quien la padece sino a los que lo rodean.

La verdad es que tampoco hay panaceas y como sucede en estos casos, muchas puertas falsas, entre adicciones, charlatanes y medicamentos milagrosos. Tal vez de entre muchas cosas, un poco de todo funciona, la terapia no viene mal, el deporte tampoco, dejar el alcohol y las drogas ayuda bastante, dejar las dependencias emocionales y alejarse de la gente que siempre se las arregla para hacerte sentir mal también. Muchas personas se alimentan de la desgracia ajena y lo mejor es tenerlas a la distancia. La actitud positiva, de la que tanto nos podemos burlar, sirve en la medida de que es una reafirmación diaria de nuestro deseo de estar bien, de no dejarle ganar la batalla al “monstruo”. También es cansado, y hay días que se vale llorar, o sentirse, mal, o querer estar solo.

Si estás en un estado de depresión crónica no dejes que se hunda el barco, ponte a achicar el agua, aunque sea con una pequeña jícara, veras que pronto te das cuenta que no te estabas hundiendo, sino que te ahogabas en un vaso de agua.

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