Thursday, November 01, 2007

El maestro Chain

Por Jorge E. González Ayala

Lo conocí en 1991. Era mi maestro de piano en el Instituto Cardenal Miranda, a donde me había inscrito con la ilusión de aprender lo más posible de música y en especial de composición. Era también la primera vez que me sentaba frente a un piano, llegaba como muchos, guitarrista con formación roquera. Algo de solfeo y algo guitarra eran mis escasos conocimientos. Era yo todo juventud y todo entusiasmo. Él era bastante joven también, como treinta y dos años. Su nombre completo era Luis Armando Elías Chain, pianista, compositor y maestro. Proveniente de una familia de origen libanés, había estudiado algunos semestres de física en la facultad de ciencias, antes de cambiarse a la Escuela Nacional de Música. Ahí estudió piano con la mta. Consuleo Villalón y composición con el Mto. Rosado y el Mto. Jímenez Mabarak, todos ellos de muy avanzada edad, últimos sobrevivientes con Blas Galindo en aquél entonces, de la generación de oro de la música de concierto mexicana, previa a los años cincuenta.

Genio o loco, fue siempre tema entre sus alumnos. Sin lugar a dudas, era un apasionado de la música, a la que se entregaba de tiempo completo, sin restricciones. Recuerdo llegar a un frío salón en la parroquia de Sto. Domingo de Guzmán, en Mixcoac, a lado de la Universidad Panamericana. Tenía la primera clase de los lunes, a las 9 am de la mañana. Invariablemente se encontraba ya frente al piano, practicando, componiendo, repasando una y otra vez los arpegios de sus piezas, que conocía de memoria. Antes de entrar en calor con mi clase, que seguramente le entusiasmaba poco ya que a los dieciocho años difícilmente sería concertista o siquiera alcanzaría un nivel medio como instrumentista. Así me fui familiarizando con sus composiciones, muchas apenas en proceso de gestación. Piezas como su fantasía para orquesta titulada Chac, que haría llover en la sala en determinado momento y cuyo coro infantil lograría reproducir el canto de las ranas bajo la lluvia. Sus piezas para piano, entre ellas una que si llegamos a escuchar completa titulada Palestina, arpegios menores y disminuidos, tristes, que en sus palabras, evocaban el pesado paso del pueblo palestino exiliado a la fuerza de sus tierras.

Chain, como le llamábamos todos, se convirtió no sólo en mi maestro, se convirtió en un gran amigo e influencia. Mío y de buena parte de sus alumnos e incluso de quienes no tomaban clases con él. Tenía un peculiar punto de vista, radical e iluso, un último romántico perdido a finales del Siglo XX. Admiraba profundamente a Liszt, Bethoveen, Chopin, Chávez, pero por sobre todas las cosas a Silvestre Revueltas. Más que los sonidos nacionalistas (aunque Revueltas nunca perteneció a dicha corriente), creo que Chain se identificaba con la figura de Revueltas. Se sentía como el violinista de Santiago Papasquiaro, lejano a los reflectores, a la política cultural, a la vanidad y al ego. A la distancia creo que se sentía aislado. Tenía gran recelo por la música de vanguardia, aunque la conocía bien, incluso contaba de un curso en Estados Unidos con John Cage y gustaba mucho de Penderecki. Creía poco en los maestros que instruyeron a su generación, Mario Lavista, Julio Estrada y Federico Ibarra. Para él los Maestros Jímenez Mabarak, Rosado y la Mta. Villalón eran la única verdad en la enseñanza de nuestro país. Compartía con Revueltas también problemas de desordenes de personalidad (ahora que esta en boga decir que Silvestre sufría de trastorno bipolar, el Mto. Chaín también sufría de cambios drásticos y repentinos de humor), además de padecer también adicción, no al alcohol por cierto, a la cocaína y finalmente a la base o bazuko.

Nunca entró a concurso alguno ni aplicó para ninguna beca, tan de moda en aquellos años con un Conaculta en su apogeo. Veía en muchos de sus contemporáneos demasiada vanidad, lejana al purismo de lo que él consideraba arte. Sin embargo tenía un talento innegable, era un pianista de buen nivel y un obsesionado de la composición. Una y otra vez probaba en el piano sus ideas, inventaba escalas, teorías, dominaba diversas técnicas, desde el canon y fuga hasta las que se inventaba de la manga.

También era evidente que junto a su adicción, que como todas fue progresiva, iba de la mano un deterioro de su sano juicio. Nada de peligro, pero era inminente su paranoia. Hablaba de hombres grises que nos vigilaban y perseguían (ah, porque incluía a sus amigos y alumnos). Seres extraterrestres muy parecidos a los personajes grises de Michael Ende en su novela Momo. Sólo que estos no eran ladrones de tiempo, sino emisarios que pretendían evitar la evolución del hombre y nuestro ascenso a otra dimensión, que por otro lado era apoyada por otros extraterrestres, llamados seres de luz. Esas eran las teorías de Chaín. Podía estar uno platicando con él en la calle y si de repente se acercaba el paletero, te obligaba a retirarte bajo la aseveración de que nos vigilaba, de que pretendía evitar que encontráramos luz. Anécdotas como esas tuvimos todos mil, incluyendo la vez que me habló un domingo en la mañana (prohibitivo desde entonces en mis usos y costumbres), para decirme que debía ir a Teotihuacan porque iba despegar la pirámide, tal cual.

Pero más allá de lo anecdótico, era un músico consumado, un artista. El concierto que se ofreció con sus obras en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes, dejó testimonio de su talento. Piezas para piano, voz, corno, ensambles de cámara. También la ópera Historia de una alma, que hizo bajo comisión de los Carmelitas sobre la vida y obra de Santa Teresita, y que quedó grabada por Sony Music (CDEC2 499186), a pesar de todas las partes narradas que insistió en incluir con la vana intención de llegar a las masas tipo radio novela. Pero la música en general es muy buena. Quedó mucha música inédita, en borradores, en su computadora. Recuerdo mi última visita a su casa, el teclado de la PC completamente borrado por el paso de sus dedos sudorosos y la ceniza de cigarro. Ahí me mostró un concierto para piano y orquesta en el que trabajaba. Queda pendiente la tarea de recuperar su archivo para digitalizarlo y no se pierda. Así como recuperar las escasas grabaciones e intentar estrenar sus obras, mayoritariamente inéditas. Sueño mayor, estrenar la ópera.

El 30 de octubre de 2004 falleció el Mto. Chaín. Yo estaba en una de las múltiples inauguraciones del bar que había montado en el centro histórico cuando me avisaron que lo estaban velando en el panteón francés. Un infarto fue el culpable durante la fiesta de muertos del Instituto Cardenal Miranda. Recordé que frecuentemente nos decía que moriría antes de cumplir los cincuenta años y en un reventón. Raro, porque era antisocial y raramente departía en las fiestas, aunque cuando lo hacía era con mucho gusto de disfrutar el cariño de sus alumnos. No me sorprendió cuando me lo dijeron. Cumplió su palabra. Los últimos años su salud se había deteriorado enormemente, un absceso de grasa gigante, común entre los adictos a fumar base, cubría su espalda como enorme joroba. Rengueaba, y a partir de la muerte de sus ancianos padres había decidido en señal de luto no cortarse el pelo ni la barba. Cuando visitaba los museos con sus alumnos no lo querían dejar entrar por su aspecto de indigente. Era una especie de Francisco Goitia del piano. También a partir de la muerte de sus padres creo que inició su pleno abandono personal. No paraba de fumar tabaco y bazuco, todos los días. Tampoco paraba de trabajar, su casa estaba llena de pizarrones atiborrados de notas, partituras tiradas por todas partes, ceniceros repletos. Esto y supongo la inmensa soledad que sentía en su alma, fueron allanando el camino para el infarto. Por último, cabe destacar al hombre noble, desinteresado, preocupado por sus familiares, amigos y alumnos. De él recibí lecciones de humildad, aprendí a rechazar la falsedad que nos obliga a convertirnos en hombres grises, envidiosos y mediocres. Esos eran los hombres grises de los que me hablaba, los que no soportan que uno tenga una llamita de luz y viven obsesionados con apagarnos. Descanse en paz maestro Chaín. Muchas gracias ¡Lo extrañamos!







Chain y yo


Thursday, August 23, 2007

Sobre la depresión

Jorge E. González Ayala

En la universidad tenía un amigo que había estudiado psicología al que llamábamos Freud. Un día le pregunté acerca de la depresión. Me contestó que sentir tristeza es normal, incluso sin ningún motivo y periódicamente. El problema, me explicó, es cuando esa tristeza no te abandona, cuando pasan más de una hora, de tres horas, un día, un mes. Eso es a lo que llamamos depresión y existen de varios tipos. Yo no soy ni psicólogo ni psiquiatra, he sido paciente, eso si. También he sido observador a la largo de los años tanto de mis patologías como de quienes me rodean. Por último, me he dado a reflexionar acerca de este mal al que llamamos depresión.

Es un tema bastísimo, miles de miles de cuartillas se han escrito acerca del tema. No poder salir de la cama, sentirse miserable y guardar un dolor tan grande que cuando se manifiesta físicamente se hace insoportable. Como se hace insoportable salir, ver o hablar con otras personas, trabajar, leer, estudiar, ser productivo. Noches en vela, dando vueltas sobre la cama.

Si bien he sufrido de problemas depresivos desde chico y tengo identificadas muchas de sus causas no es mi intención hacer pública mi psiquis. Quiero compartir en todo caso, las conclusiones que me parecen pueden ser de provecho para aquellos que sufren de depresión o que tienen cercanía con personas deprimidas.

En primer lugar hay que tomar la decisión de hacer algo al respecto, preferiblemente antes de tocar fondo. En mi caso sufrí un colapso nervioso en una gasolinera. Por diversas circunstancias llegué a un nivel de estrés límite. Durante días lloré y un dolor en el pecho se intensificaba a cada hora. Tras muchas horas de soportarlo llegué a comprender a los suicidas. ¿Y si nunca desapareciera? Llegó a ser tan intenso que lo único que pensaba era en cómo obtener alivio a mi dolor, cómo quedarme dormido, cómo descansar. Ahí entendí por qué alguien era capaz de saltar de una ventana, colgarse, meterse un tiro o acabarse la botella de sedantes. Cualquier cosa que te permita deshacerte del dolor y descansar te parece viable.

Tras quedarme inmóvil en el piso de una gasolinera, lúcido en mi mente pero incapaz de mover mis músculos, todos los escenarios me pasaron por la cabeza. Pensé en un derrame cerebral y que iba a quedar parapléjico el resto de mis días. Finalmente pensé que iba a morir. Ya con el doctor, me explicó que todo era producto del estrés y de mi mente. Me recetó ansiolíticos y me recomendó buscar terapia.

Decidí que haría todo lo necesario para salir adelante. Ese es el primer paso. Tomar conciencia del problema y atreverse a enfrentarlo. ¿Cómo explicarlo correctamente?

Hay que tragarse el orgullo y exteriorizar el problema. Por una parte permitir a los que te quieren que te ayuden. Primeramente la familia. Paradójico, pero cuando más indefenso te sientes es cuando necesitas bajar la guardia y permitir que aquellos que te aman te escuchen, te apapachen, te vean llorar.

Lo siguiente es buscar ayuda profesional. Uno tiene sin número de resistencias al respecto, pero el puro hecho de saber que estás haciendo algo al respecto te otorga un sentimiento de control sobre tu vida. Personalmente escogí el psicoanálisis por considerarlo una opción científica y porque no quería que me medicaran. Pero cada cabeza es una historia diferente, conozco personas que les ha funcionado el psiquiatra y la homeopatía.

Lo importante es poner manos a la obra, no dejarse ahogar por la depresión. Jack Kerouack, que sabía de estás cosas, sostenía que no hay mejor terapia que mantenerse ocupado. A trabajar, salir de la cama y poner manos a la obra. No escuchamos de problemas de depresión en las comunidades rurales, yo supongo porque los campesinos están siempre ocupados. Tienen problemas, si, enfermedades, tragedias personales, pero su trabajo de sol a sol no les da tiempo en el sofá frente a la televisión comiendo papas para pensar en todas las cosas terribles de su vida. El ocio mal empleado es uno de los mayores aliados de la depresión.

Hacer ejercicio suena a recomendación del Reader’s Digest, pero funciona. A nuestro deterioro anímico le sumamos el deterioro físico. Los griegos tenían razón, mente sana en cuerpo sano. No se trata de hacerse atleta, sino de oxigenar la sangre, producir endorfinas, sentirte mejor físicamente producirá una mejora anímica invariablemente.

Por otra parte hay que estar preparados para la vida en sí. No es fácil, y nadie nos lo dijo de chicos. Cuando se está deprimido suele pensarse que los males que nos aquejan son irremediables. Así pues el que sufre de desamor cree que nunca volverá a enamorarse, el desempleado que nunca volverá a tener empleo, el infeliz, que nunca volverá a gozar de la felicidad. La verdad, es que en la mayoría de los casos, todo tiene remedio o se puede superar. Desgraciadamente la vida tiene altibajos, algunos muy desagradables, incluso irremediables, como la perdida de un ser querido o algunas enfermedades. Shit happens, dicen los gringos. Así es. Y debemos estar listos. Las malas rachas pasan, así como las buenas, hay que aprender de cada una de ellas. En el caso de la depresión el peligro es dejarse tragar por el monstruo. Dejar que asuma el control de nuestras vidas es una posibilidad que no hará más que anular la posibilidad de ser feliz y pleno, abriendo de par en par las puertas a la amargura y la frustración. En los peores casos la locura y el suicidio. Al igual que las adicciones la depresión es una enfermedad, pero es una enfermedad que se puede combatir y que no sólo le hace daño a quien la padece sino a los que lo rodean.

La verdad es que tampoco hay panaceas y como sucede en estos casos, muchas puertas falsas, entre adicciones, charlatanes y medicamentos milagrosos. Tal vez de entre muchas cosas, un poco de todo funciona, la terapia no viene mal, el deporte tampoco, dejar el alcohol y las drogas ayuda bastante, dejar las dependencias emocionales y alejarse de la gente que siempre se las arregla para hacerte sentir mal también. Muchas personas se alimentan de la desgracia ajena y lo mejor es tenerlas a la distancia. La actitud positiva, de la que tanto nos podemos burlar, sirve en la medida de que es una reafirmación diaria de nuestro deseo de estar bien, de no dejarle ganar la batalla al “monstruo”. También es cansado, y hay días que se vale llorar, o sentirse, mal, o querer estar solo.

Si estás en un estado de depresión crónica no dejes que se hunda el barco, ponte a achicar el agua, aunque sea con una pequeña jícara, veras que pronto te das cuenta que no te estabas hundiendo, sino que te ahogabas en un vaso de agua.

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Sunday, May 20, 2007


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Spencer Tunick

Y dieciocho mil mexicanos

Por Jorge E. González Ayala

La obra de Spencer Tunick me parece irrelevante. El recurso del desnudo, en este caso tumultuario, para provocar reacción en el espectador o en la sociedad, es demasiado fácil. Tan desgastado e inútil como las monarquías, más sin embargo al igual que estás, sigue ahí. En un principio pensé que únicamente asistiría la cofrade artística condesera que tanta nausea me provoca. En el ámbito de los roqueros existe el término poser, para aquellos que tratan de proyectar una falsa imagen de rebeldía con fines de aceptación social. Bueno, pues no hay poser más patético que el poser artístico, el que la apariencia bohemia le da justificante medico para decirse artista o conocedor de arte.

Cuál sería mi sorpresa de ver que Tunick logró convocar una multitud mucho más amplia que el de nuestra pueblerina comunidad artística. Hombres y mujeres de diversas edades, orígenes y estratos sociales. Dieciocho mil para ser exactos. Esto es lo más y creo lo único relevante de las fotografías de Spencer Tunick en la Ciudad de México.

Fue una enorme declaración de principios, un número considerable de mexicanos se despojó de atavismos sociales y de dobles morales desnudándose en público en el Zócalo capitalino. No hubo remuneración ni consigna, o sea, no hubo acarreo. Cada una de las personas asistentes fue a desnudarse sin prebenda alguna y por decisión propia. En momentos en que los sectores más conservadores de nuestro país vociferan, chantajean y amenazan, dieciocho mil personas de manera pacífica, alegre pero contundentemente dijeron, disentimos. Porque las personas que se desnudaron en el Zócalo dijeron con esta acción que su cuerpo les pertenece, que no se avergüenzan ni alojan sentimientos de culpa. Dejaron bien claro que una buena parte de México aspira a la modernidad, a la inteligencia, a dejar de lado los prejuicios morales, a una honestidad que puede mostrarse completamente desnuda. Quedó constancia de un México que se deslinda de la censura y los prejuicios sexuales. Ahí estaba el México que quiere libertad. Dieciocho mil personas dijeron, aquí estamos, somos libres y esta libertad queremos ejercerla en público. Spencer Tunick sólo fue el pretexto para bien.

Saturday, April 21, 2007

Mi último suspiro

Memorias de Luis Buñuel

Por Jorge E. González Ayala

…a solas con mi dry-martini,

dudo de las ventajas del dinero

y de las ventajas de la cultura.

Luis Buñuel

Confiesa al inicio, que no es hombre de letras y sin embargo con la ayuda de Jean-Claude Carrière consigue un libro impresionante. No sólo por el fino anecdotario y la prosa impecable, sino por un sentido del humor provocativo, sin pelos en la lengua. Buñuel nos ofrece una visión del mundo y la vida iconoclasta, de gran fuerza en voz de un anciano que sabía le quedaban poco años por contar.

Yo confieso no ser hombre de cine, es más lo que he leído de Buñuel que lo que he visto. Sin embargo Los Olvidados es hasta la fecha una mis películas favoritas. La sordidez, la realidad descarnada y libre de moralinas (tan mexicanas) o de panfletos dizque subversivos. Las escenas pesadillescas son escalofriantes, sin efectos especiales, sin escatologías, sólo la visionaria técnica de un hombre metódico pero pleno de fantasía y sobretodo, deseoso de hacer lo que se le pegaba la gana. Así es Buñuel, un espíritu libre en todo el sentido de la palabra.

Hombre de su época, además de su genio, vivió momentos decisivos como la guerra civil española y el surrealismo, junto a los pocos protagonistas que estaban a su altura.

Finalmente lo que hace exquisita la lectura de estas memorias, es que la vida de Buñuel fue auténticamente de novela. Imaginemos al joven Buñuel en una casa de estudiantes en Madrid, ¿quiénes eran sus amigos? Ni más ni menos que Federico García Lorca y Salvador Dalí. Nada más. Con este último, siendo apenas unos jovencitos encantados por el entonces reciente séptimo arte, escriben un guión bajo una sola premisa: no aceptar idea ni imagen alguna que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural. Filmada con el dinero que le prestó su madre, la mitad del presupuesto se fue en borracheras y burdeles. Así nació El perro andaluz. Dando como resultado un gigantesco escándalo y la integración de ambos al movimiento surrealista como las grandes estrellas de la provocación.

Pero no sólo estuvo siempre en el lugar y momento correctos. Buñuel fue un hombre de gran suerte y entrañables amigos. Para su segunda película un amigo anarquista, Ramón Acín, le prometió que si se sacaba la lotería, financiaría el proyecto. A los pocos días, el anarquista se gana un premio lo suficientemente bueno para filmar y cumple su palabra. Durante la guerra su amigo fue fusilado por los franquistas y años después Buñuel le paga el dinero a su familia.

Exiliado, recorre el mundo; Paris, Nueva York, Los Angeles y México son parte de su cotidianeidad, a pesar de que le disgustaba viajar. En cada una de estas ciudades tenía lugares a los que siempre recurría para sentirse en casa, bares, hoteles, burlesques, casas de amigos. Amigo de Chaplin, Hitchcock, Gabriel Figueroa, Bretón, Alberti, fue creador de imágenes tan socorridas después como la de Cristo riendo a carcajadas o frases como “Ateo gracias a Dios”.

Muchas de sus películas fueron prohibidas tanto en Europa como en América, algunas hasta por cincuenta años. Amenazas e insultos fueron costumbre en cada uno de sus estrenos. Ni con Dios ni con el Diablo, tanto la derecha lo condenaban de ateo, perverso y monstruo como la izquierda de pequeño burgués y falto de compromiso revolucionario. La verdad es que a Buñuel no le importaba más que su propia opinión, y en tanto él estuviera bien consigo mismo y tuviera un martini en la mano, lo demás era secundario.

Su ironía y capacidad de ser congruente hasta en sus más descabelladas ideas, lo hacen un personaje entrañable.

Hoy en día que en México que Sergio Witz está encarcelado (¿dónde están los abajo firmantes para defenderlo?) por hacer sátira del himno nacional, hace falta Buñuel, capaz de declarar que volaría en pedazos el Guernica (que él mismo ayudó a colgar), de no ser por ya estar muy viejo para estar poniendo bombas. Conoció y detestó en persona a Picasso y a Borges, nunca tuvo reparo en decirlo. Nada es sagrado es la lección.

Personalmente, cómo no sentirme identificado con alguien que al momento de hablar acerca sobre los que se toman muy en serio a si mismos declara que un día lo llevan al Centro de Capacitación Cinematogáfica de México, del que lo nombran presidente honorario. Le presentan entre cuatro o cinco profesores. Le pregunta a uno qué enseña. Semiología de la imagen clónica, le responde. “Lo hubiera asesinado”, rememora Luis Buñuel. Con gusto yo le hubiera dado el cuchillo.

Tuesday, March 27, 2007

Mi abuelo Serafín y el Chule


El Chule era el perro de mi abuelo. Este se llamaba Serafín Salazar y era de ascendencia mixteca. Yo nunca lo conocí pero creo que tengo mucho que ver con él. Era de los míos, o más bien yo soy de los suyos. Viudo, se enamoró de mi abuela. Y como era un ranchero que no gustó nada a la familia de ella, que se las daban de ser de la high de Oaxaca a principios del siglo XX, hizo lo que tenía que hacer. Se la robó y se la llevó a un pueblo apartado en la montaña de Guerrero. Alcozauca, cuna de luchadores sociales como mi tío Othon Salzar, y primer municipio que fuera gobernado por el Partido Comunista, tras la reforma de Reyes Heroles. Zona relacionada también con la guerrilla y el narcotráfico. Dicen que mi abuelo era noble de espíritu. Recibía a los indios mixtecos los fines de semana cuando iban a vender su mercancía y les deba comida y atole. Su condición bilingüe la utilizó para defenderlos y abogar con ellos ante las frecuentes injusticias propias de la zona. Como vieron con la historia con mi abuela, era un romántico. Dicen que también era bohemio (por fin entiendo de dónde lo saqué yo). Le gustaba el mezcal y tenía varios cultivos de agave para su producción. Desgraciadamente parece que cuando se iba a las ferias, en los garitos perdió no sólo sus tierras, sino que regresaba hasta sin caballo. Era bromista y de acentuado humor negro. A la hija de su primer matrimonio, mi tía Manuela y a mi abuela les decía "las católicas", por persignadas. Gustaba de contar cuentos y según él, se le apareció la llorona en un río.

Pero la anécdota que les voy a contar dejó una honda impresión en mí. Sucede que uno o dos años antes de que yo naciera mi abuelo enfermó de gravedad. En aquél tiempo la única forma de llegar o salir de Alcozauca sin enfrentar terribles, peligrosos y largos caminos de terracería, era en avioneta. Así que enfermó lo llevaron a la pista a las afueras del pueblo. Tras la comitiva los iba siguiendo el Chule, perro fiel de mi abuelo. Así el Chule vio cómo subían a una avioneta a su amo y cómo esta despegaba. Semanas después mi abuelo falleció. Cuentan que durante años el Chule acudía todos los días a la misma hora a la pista de las avionetas a esperar el regreso de mi abuelo y todos los días a la misma hora regresaba. El pueblo lo utilizaba de reloj. "Ahí va el Chule". Esto fue, hasta el día que murió. Nunca perdió la esperanza de volver a verlo y seguramente dónde esté mi abuelo, lo acompañará ahora el Chule. Algo muy especial debe haber tenido mi abuelo. Espero yo también algún día conocerlo.

Jorge E. González Ayala


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El Chule jugando conmigo en la puerta de mi abuela

atrás mi hermana Xochitl

Ciertos aspectos del arte y de la vida están al alcance de unos pocos elegidos y es justo que así sea. Los demás deberán merecérselos.

Karlheinz Stockhausen

En una visita a mi librería de viejo preferida encontré una auténtica joya, el libro Stockhausen, Entrevista sobre el genio musical, editorial Turner, 1985. Anteriormente en esa misma librería había comprado un libro muy general de editorial Salvat sobre música contemporánea. Con un contenido de tipo enciclopédico, propio para estudiantes, aquella ocasión lo adquirí por la inclusión de una entrevista a Karlheinz Stockhausen, (Mödtrath, Colonia, 1928) uno de los compositores más influyentes del siglo XX. En ésta, no dudaba en afirmar su origen extraterrestre y la función de su música como puente de comunicación con civilizaciones más allá de nuestro sistema solar. Alucinado y alucinante. Stockhausen, era de ese tipo de genios que todo lo decía en serio. Sin embargo el hallazgo de este segundo libro con 104 cuartillas de conversación con el músico alemán me maravilló. Tras adquirirlo, junto con la entrañable biografía de Luis Buñuel, Mi último suspiro, que merece un texto a parte, me dirigí a mi hogar a leer.

Cada página resultó un compendio de filosofía musical. El testimonio de un hombre que vivió cada segundo inmerso en la sonoridad y lo que representa. Uno de esos libros que incluye al final varias páginas en blanco para tomar apuntes. Mucho le debemos a Stockhausen y su infinita curiosidad, aún sin saberlo. Puede llamársele sin pudor padre la música electrónica. Pionero de la utilización de filtros, micrófonos y osciladores. Su obsesión por hacer de la música una experiencia en que el sonido envuelva por completo al oyente lo hizo empujar el desarrollo de sistemas de audio, consolas de grabación y para conciertos. Predijo hace más de treinta años los home theaters. Incluso en su delirio se embaucó en quijotescas cruzadas. Por ejemplo, temiendo con razón, que los sistemas de grabación análoga se deterioraran con el tiempo, dedicó muchísimas horas hombre en idear sistemas de grabación que perdurarán por siempre. Ninguno de ellos práctico ni realizable (como los cilindros magnéticos gigantes). Todo ello sin saber que ya se estaba desarrollando la tecnología digital que hoy nos permite almacenar millones de horas de audio en computadoras. Si sólo Bill Gates lo hubiera conocido, tal vez ese tiempo lo hubiera dedicado a otras fascinantes ideas.

Por alguna razón, por lo menos en lo que a mi concierne, se le estudia poco en México. Con ningún maestro analicé piezas suyas. Al igual que Cage era más lo que leíamos acerca de su música que lo que escuchábamos, ni mencionar tener acceso a las partituras. Conseguir discos de su música en México es muy difícil más no imposible. De vez en vez a precios estratosféricos se puede conseguir algún CD. Escarbándole al internet se encuentran algunas piezas para piano o pequeños ensambles, más no sus obras monumentales. Unos años antes de su muerte fue noticia a nivel mundial cuando escribió un concierto para cuarteto de cuerdas y cuatro helicópteros que fue interpretado en el cielo de Ámsterdam por el cuarteto Arditti (¿quién más?). Posiblemente su lado esotérico y su discurso sobre la era del Acuario es lo menos interesante por su tufo al actual new age y esoterismo trasnochado. ¿Pero quién de nosotros carece de ese lado?

Jorge E. González Ayala


Escucha un fragmento de Gruppen, 1957

www.epdlp.com/clasica.php?id=679


Saturday, March 24, 2007

Texto invitado de Roberto Zamarripa sobre el maestro Othón Salazar

Tolvanera / El Maestro Othón

Hace más de medio siglo, Othón Salazar Ramírez, un maestro de origen mixteco, extraordinario orador y eminentemente persuasivo, encabezó a miles de maestros agrupados en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para pelear por mejores condiciones salariales y la democracia en el gremio.

Entonces, disentir públicamente costaba la cárcel. Aquel sistema autoritario encarcelaba desde cómicos de carpa hasta políticos opositores. Le costaba al panista Luis Héctor Álvarez que también hace más de medio siglo hizo una campaña electoral presidencial en las peores condiciones posibles.

Contemporáneo de las luchas de don Luis fue aquel maestro nacido en la montaña de Guerrero, egresado de la Normal de Oaxtepec, maestro de aula y maestro en la vida, de nombre Othón Salazar Ramírez.

En 1956, Salazar inició el movimiento de los maestros en la sección nueve del Distrito Federal que posteriormente conformaría como Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM).

El 30 de abril de 1958, los maestros encabezados por Othón, tomaron los patios de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en la exigencia de mejora económica para su trabajo y respeto a su pensamiento político dentro del sindicato. En 1960, a Othón y otros líderes les encarcelaron en medio de una etapa de cerrazón política que afectó por igual a panistas que a comunistas.

Los frutos de aquellas movilizaciones no pudieron verse de inmediato.

Parcialmente cristalizaron 30 años después con la caída de Carlos Jonguitud Barrios.

Viene a cuento la vida de Othón Salazar Ramírez ahora que se mira la descomposición política del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y de sus relaciones con el gobierno federal. Las expresiones de cinismo de sus dirigentes principales son corolario de una ruta en la que el SNTE se ha constituido en uno de los obstáculos fundamentales para renovar las prácticas educativas en las escuelas, para modificar la relación de la sociedad y los padres de familia en la educación de sus hijos y para reestructurar la asignación de recursos en función de las necesidades del país y no de los caprichos de una casta burocrática.

Othón Salazar ha ligado su vida siempre a causas sociales. Fue líder estudiantil en Guerrero, dirigente magisterial, promotor del Consejo de Pueblos Indios de la Montaña de Guerrero y el segundo alcalde de un partido de izquierda en su natal Alcozauca, un pequeño municipio enclavado en aquella región del atraso guerrerense.

Antes, mucho antes de que los gobiernos federales hablaran de la pobreza en la región de la montaña de Guerrero, Othón Salazar Ramírez hacia de su vida cotidiana el encuentro con los pueblos indios. La cosecha de la democracia en los municipios montañeses, como los gobiernos de izquierda en Metlatónoc, Malinaltepec, Alcozauca o el panista de Tlacoachistlahuaca, tras décadas de caciquismo priista en la región tienen en el maestro Othón un sembrador fundamental.

Othón Salazar es producto de esas resistencias al autoritarismo político del sistema de partido único de igual manera que lo fue Luis Héctor Álvarez, emblema panista y guía del propio presidente Felipe Calderón quien incluso lo nombró al frente de la Comisión de Pueblos Indios como parte del homenaje que le prodiga.

Un encuentro entre don Luis Álvarez y Othón Salazar ayudaría mucho a las zonas indígenas de Guerrero. Como alcalde de Alcozauca, Salazar privilegió la atención a los pueblos indios; sabe más que muchos otros, sobre las necesidades de los mixtecos, los amuzgos, los tlapanecos o los nahuas de la montaña de Guerrero.

A la secretaria de Educación, Josefina Vázquez Mota le ayudaría enormidades escuchar al maestro Othón Salazar para escudriñar una parte de la resistencia de los maestros a los procedimientos caciquiles, las conductas corruptas de una facción burocrática, el desprestigio de la labor del maestro y los diques para la modernización educativa.

Othón Salazar representa una cultura distinta, contrapuesta, a la de la burocracia sindical magisterial que hoy es consentida con prebendas. No es necesario embelesarse con la casta que controla el SNTE para creer que hay un entendimiento con los maestros del país. No. Los auténticos maestros de las escuelas públicas y las privadas no merecen ser encabezados por esos mediocres ejemplos.

Tras el encarcelamiento de Othón a fines de los cincuenta el gobierno federal le canceló su plaza magisterial. Varios secretarios de Educación prometieron hacerle ese reconocimiento. Reyes Tamez fue el último y también se fue sin cumplir.

La vida de Othón Salazar, un digno alcozauquense de 82 años de edad, y más de medio siglo de lucha política, merece un reconocimiento. A su trayectoria como mentor, como humanista, como defensor de los pueblos indios, como político. A Othón si puede llamársele, sin pena alguna, Maestro.



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Othón Salzar


Tuesday, February 20, 2007

Transgénicos

La escasez de maíz, el alza al precio de la tortilla y cómo enfrentar el problema son tema de discusión. Cada sector tiene su punto de vista y evalúa los distintos factores que intervienen en la crisis. El abandono del campo, el tratado de libre comercio, los acaparadores y una absoluta falta de sensibilidad de las elites políticas y económicas han sido puestas sobre la mesa. En algunos aspectos no hay mucho que discutir, el campo está abandonado a su suerte desde hace muchos años. A los defensores del libre mercado y enemigos acérrimos de de los subsidios se les puede rebatir muy fácilmente, si nuestros “socios” subsidian, nosotros porqué no. Tan fácil, igualdad de condiciones para producir y vender. Si los norteamericanos lo hacen, nosotros debemos hacerlo también. La falta de previsión ante la llegada de los motores de etanol en gobiernos como los nuestros es obvio ante la inmediatez de los intereses de nuestros políticos (el petróleo se está acabando lentamente y nadie tiene un plan al respecto). Los monopolios de la masa y los acaparadores están ahí, a la luz del sol, todos saben quienes son y permanecen impunes y fuera de control.

El punto del debate en el que quiero detenerme es en uno que me sorprende, aunque ya no debería de hacerlo. La falta de propuestas creativas y reales de la supuesta izquierda nacional e internacional.

Por muchos años la idea de ser de izquierda fue el de una actitud racional frente a los procesos sociales y económicos. El triunfo de la razón sobre la superstición y la explotación del hombre por el hombre. En este panorama la ciencia fue siempre un elemento fundamental para el progreso de la humanidad. En las últimas décadas del siglo XX un virus se inculcó en la izquierda. El del new age, una mezcla de creencias que sustituyen a las religiones tradicionales en las que ideas poco sustentadas sobre la naturaleza, el universo, “espiritualidad”, crearon descabellados dogmas sobre lo políticamente correcto. Organizaciones sustentadas por la izquierda del primer mundo han infiltrado al tercer mundo de manera tan eficaz como las grandes trasnacionales que parecerían clones bizarros de las mismas. Yo personalmente nunca me he sentido identificado con siglas como las de Greenpeace y Amnistía Internacional. Hay un tufo de “culpa blanca” que me parece inapropiado en los habitantes de los países subdesarrollados como el nuestro. Me parecen organizaciones creadas para que los estudiantes del primer mundo se den el lujo de enarbolar una bandera. La lucha contra los transgénicos me parece el peor de los ejemplos.

El uso de la ciencia para solucionar el problema de los alimentos en el mundo debería de ser una bandera incondicional de los sectores progresistas. Sin embargo, no. Resulta que están convencidos con argumentos profundamente endebles de que los alimentos transgenicos son una aberración de la ciencia y el capitalismo contra la humanidad y especialmente los países pobres. Los avances en tecnología e ingeniería genética abren un enorme y alentado panorama a la ciencia, pero por alguna razón hay quienes se oponen. Los argumentos van de lo francamente risible, como que son “frankensteins” indudablemente dañinos por decreto. Hasta debates más serios como el del impacto que pueden producir sobre determinados ecosistemas, tierras de cultivo y sobre otras especies. Aunque como bien ha señalado Luis González de Alba, la humanidad lleva milenios seleccionando genéticamente sus cultivos.

Yo, sigo creyendo que es la ciencia uno de los mayores valores de la humanidad, y más cuando se utiliza para alimentar a la gente y no para matarla. No soy científico, pero creo que la investigación científica es básica para quitarnos las vendas de la ignorancia y la dependencia económica. Será labor de los científicos el corroborar el impacto de los alimentos transgénicos sobre la tierra y los consumidores tanto animales como humanos. Labor de la sociedad y el estado exigir que las investigaciones sean reguladas y llevadas de la mejor manera posible. Me parece inconcebible que se decrete a los transgénicos perjudiciales per se. Negarle el beneficio de la duda a la ciencia es negarnos la oportunidad de un mundo mejor y es cometer el crimen de castrar la curiosidad que mueve al conocimiento. Se ponen al nivel de los que se oponen a enseñar educación sexual o los que pretenden prohibir la utilización de células madres con propósitos médicos y de investigación.

Poder crear variedades de alimentos más resistentes al clima, que se puedan cosechar en menor tiempo y con mejores nutrientes a mejor precios podrá abatir el hambre de millones de personas. Ahora bien, estoy convencido de que un problema radica en la utilización comercial de esta tecnología. Evidentemente los grandes laboratorios que pagan estas costosas investigaciones desean hacer negocio. Y lo hacen. Las semillas y patentes de su tecnología son caras. Ahí es dónde los países pobres empezamos a quedar rezagados, con nula inversión en el campo, nuestra producción agrícola no produce más que lástima. Sin tecnología propia, utilizando métodos caducos en tierras gastadas, ni programas eficientes de actualización y crédito. Agreguen esto a los “supuestos” protectores de nuestros campesinos, a los que les parece genial que vivan como sus antepasados, sin integrarse a las nuevas tecnologías y formas de producción. Así pues, no extraña que los países desarrollados otra vez se pongan a la delantera, lucrando con nuestra ignorancia e incapacidad para dejar atrás dogmas y prejuicios. Todo esto cobijado por muchas ideas supuestamente de izquierda. Les voy dar una verdadera idea de izquierda. Impulsar la investigación de los alimentos transgénicos dentro de un programa amplio en el que científicos de la UNAM, IPN y la Universidad de Chapingo generen semillas transgénicas apropiadas para nuestro campo, con un plan para aumentar en corto, mediano y largo plazo nuestra producción. Así, nuestros campesinos pobres podrían adquirir esta tecnología a precio muy bajo. Estas patentes también podrían ser vendidas a empresas y países desarrollados a mayor precio, generando riqueza económica a nuestras universidades que podrían reinvertirlo en más investigación. Imagínense que a mediano plazo esta riqueza generada por el conocimiento reactivara el campo mexicano mejorando la vida de quienes trabajan la tierra y ahora tienen que emigrar para sobrevivir. Imagínense que esta riqueza crece aún más en investigación autofinanciada en medicina, ingeniería, electrónica, que mejore la vida de los que vivimos aquí y que genere más patentes y más dinero fresco para nuestra educación. Imagínense que nuestras universidades se vuelven prósperas, con suficientes recursos para otorgar más y mejor educación. Imagínense que en el futuro tuviéramos excedentes y pudiéramos ayudar con nuestra tecnología a países más pobres a solucionar sus problemas de agro y alimentación. Imagínense que México se convirtiera en vanguardia no sólo económica, sino en otorgar verdaderas soluciones al problema de la hambruna y la pobreza. Imagínense que nos quitamos las vendas y apostamos por un mundo mejor, basado en el conocimiento.

Jorge E. González Ayala

Friday, February 16, 2007



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Gabriel Orozco

Por Jorge E. González Ayala

No soy pintor ni artista plástico, pero me apasiona el tema. Tampoco soy pintor frustrado, nunca lo intenté, estoy negado desde la infancia al dibujo y las actividades manuales. Pero eso no me impide de disfrutar de las artes plásticas. Como músico tuve oportunidad de estudiar a fondo historia del arte y por mi parte he procurado leer y aprender lo más posible, en especial del arte moderno y la relación de la música con la pintura. Diferentes artistas mexicanos contemporáneos me han interesado. Los muralistas, la generación de la ruptura. De los 70 me impactó Enrique Guzmán, homónimo del cantante, pero artista profundo con un lenguaje crudo y avasallador que truncó su vida suicidándose. De los ochenta, me sentí fascinado por la obra de Julio Galán recientemente fallecido y cuya excentricidad y bizarra visión de la realidad se plasmaba en sus lienzos con una ironía inquietante. La retrospectiva que pude disfrutar de él en el MAM, me marcó profundamente. Los noventa los tengo ligados a Rafael Cauduro. Y el 2000 lo inicié con aquella exposición de Gabriel Orozco en el Museo Rufino Tamayo que dejó igualmente honda huella en mí. En aquel tiempo, algo más joven que ahora me llamaron poderosamente la atención las piezas grandes. El coche cortado, el elevador, las bicicletas, las mesas de ping pong, la mesa de billar redonda y demás. Como todo artista joven disfruté de las provocaciones de la caja de zapatos y la etiqueta de yogourt, pero consciente de ser eso, happenings muy bien dirigidos dentro del mundo del arte conceptual. En general me molestan las “ocurrencias” con las que muchos “artistas” gustan de tratar sorprendernos. Estas son generalmente vacuas e irrelevantes, salidas fáciles ante los problemas que plantea el arte. En Gabriel Orozco no encuentro esta frivolidad. Como muchos artistas contemporáneos, lo peor son sus imitadores. También varias de las fotografías me interesaron, esa capacidad para descubrir imágenes dentro de las imágenes mismas, de crear arte interviniendo espacios cotidianos como el supermercado o una banqueta. Poco me importaron las piezas de los círculos y sus variantes que aparecían en fotografías y billetes.

Cabe apuntar la anécdota completa. Visité aquella exposición con la fotógrafa Tatiana Parcero, excelente artista considerada por la revista Time una de las líderes de Latinoamérica del siglo XXI, y que fuera pareja de de Orozco por casi 10 años. Iba también con nosotros, su pequeña hija entonces de 3 años, producto del actual matrimonio de Tatiana. Esta visita guiada me permitió entrar a ese mundo con una visión mucho más amplia. Pieza a pieza Tatiana me contaba el contexto bajo el que el artista trabajó. Tuve información de primera mano del proceso creativo y la relación con su vida privada. Complementado del propio conocimiento de Tatiana y de las desprejuiciadas reacciones de su pequeña, fue una de las experiencias más ricas de mi vida en relación al arte conceptual. De haber grabado los diálogos y la visita bien se hubiera podido convertir en un libro excepcional. Desgraciadamente esto se me ocurrió muy tarde y nunca será escrito.

¿Qué es lo que hace al arte? Creo que lo que pueda a llegar a producir movimiento en nuestro interior. Si te deja indiferente, no es arte. Ahora, sobre eso que te pueda producir hay niveles, y ahí es donde también muchos oportunistas hacen uso de de triquiñuelas y efectismos. Causar impacto y repulsión es muy fácil. La escatología y las ocurrencias son tan irrelevantes como el perfecto dominio de la técnica sin nada interesante que decir. El arte obliga a ingresar a niveles más profundos de nuestra condición humana. Ahí donde se mezclan a la incertidumbre, la sorpresa, la inquietud, la ironía y el humor, pasea la obra de Gabriel Orozco.

He seguido de cerca su trayectoria y el debate que su obra ha merecido. La última exposición en el Palacio de Bellas Artes me causó una extraña y agradable sorpresa. Aquel leiv motiv de los círculos me llamaron ahora poderosamente la atención y en un momento explicaré por qué. Antes, evidentemente muchas de las piezas, sobre todo las fotográficas ya las conocía y pude disfrutar de nuevo de ellas. Me extrañó la ausencia de la mayor parte de las grandes piezas como las mesas de ping pong y el coche, o la controvertida caja de zapatos. Me interesaron las mesas de trabajo, sobre todo los cuadernos de apuntes que permiten observar de cerca la meticulosidad del artista y su completa inmersión en el proceso creativo. La gran pieza de que había presentado en la bienal de Venecia, es evidentemente un ejemplo perfecto de la apropiación de un espacio reproduciéndolo y trasladándolo tal cual a otro contexto. Menos espectacular que la del Tamayo pero a la distancia, posiblemente puedo ahora disfrutar más de las sutilezas del trabajo de Gabriel Orozco. Los años decantan la percepción y afinan los sentidos, empieza uno a experimentar menos excitación y a desarrollar mayor placer. En esta ocasión, la aparición constante de los círculos me cautivaron al despertarme la incógnita acerca del desarrollo de un tema a lo largo de una obra. En la música el tema y sus variaciones está ampliamente estudiado, ahí está la Quinta de Beethoven como gran paradigma, o los mil y un variaciones de diferentes temas barrocos y clásicos. De Bach a Shoenberg, la música se ha nutrido de ese recurso de todas las maneras posibles. Tras el serialismo. ¿Cómo hacerlo en la música de concierto actual? ¿Cómo trasladar ese nivel de abstracción y sencillez que logra Orozco en sus círculos? Son también varios escritores los que hablan de toda su obra como una misma historia, un mismo y gigantesco libro, en pocas palabras un solo tema. Los círculos de Gabriel Orozco, por su sencillez, por lo elemental, por casi casi pecar de una obviedad infantil, son un inmejorable ejemplo de lo que es un tema y sus variaciones con sus infinitas posibilidades, la abstracción hasta el mínimo elemento. La fascinación que me produjó encontrar algo donde anteriormente no creí encontrar nada, así como la gran cantidad de interrogantes y resortes que despertaron en mi interior, son parte de lo que puedo llamar arte. En este caso, el de Gabriel Orozco.


Wednesday, February 07, 2007

Promoción y cultura en México

Por Jorge E. González Ayala

La cultura está sujeta a su difusión para llegar al público. De la promoción depende que salga del cubículo, del cuarto de ensayo, de las salas vacías o de los circuitos de “enterados”. Para hacerlo es necesario cambiar los paradigmas que dominan la cultura en nuestro país o condenarla de por vida a la marginalidad subsidiada o no. Desgraciadamente faltan objetivos claros y método. Prevalece la burocracia en el ámbito institucional y en el independiente la falta de visión y las buenas intenciones como justificante a la mediocridad. En ambas la autocomplacencia.

La generación de un mercado cultural es fundamental para hacerla autogestiva y elevar el nivel de la oferta. En la medida que un proyecto se ve obligado a darse a conocer y exponerse al escrutinio del público, también estará obligado a elevar su calidad y a mayor calidad mayor número de personas que querrán conocerlo. Pero por el hecho de ser cultura se tiene por sentado que no generará ganancias y que el dinero invertido nunca regresará. Prevalece la idea de que la cultura debe de ser un pozo negro financiero. Como el dinero se da por perdido, la rendición de cuentas, los presupuestos sanos y las taquillas llenas, son ideas extrañas ajenas a la “cultura de verdad”, lo importante es llevar a cabo el proyecto, aunque nadie se entere. El dispendio por un lado o la improvisación del otro, parecen norma.

El estado tiene la obligación de fomentar y promover la cultura, pero también de dar resultados más allá de anunciar cuántos millones de pesos se gastaron en tantos miles de proyectos. Tiene obligación de utilizar bien los presupuestos, de que aparezcan a tiempo las pautas publicitarias, de realizar la promoción adecuada de los proyectos que cobija.

En el sector independiente predomina el estigma de la falta de recursos, pero poco dinero no tiene porque ser sinónimo de mal hecho. El talento no puede estar atado a grandes presupuestos para desarrollarse. Tampoco debe ser pretexto para una mala difusión, desde los medios alternos como el internet, hasta el tradicional volante de papel pueden difundir el concierto, performance u obra de teatro. Los artistas independientes deben también generar un mercado, ser concientes de que su sobreviviencia depende de tener un público dispuesto a pagar por sus proyectos o resignarse de por vida al subsidio y los trabajos alternos.

Está claro que la cultura debe ser accesible para la población en general, pero hay que acostumbrar desde el principio al público a pagar por ella por la sencilla razón de que todos los involucrados necesitan dinero para subsistir. Músicos, actores, escenógrafos, tramoyistas, boleteros, diseñadores, necesitan cubrir sus necesidades como cualquier otra persona. Además el empresario estatal o privado, que destina dinero en la cultura debe por lo menos recuperar su inversión y lo deseable es que le genere una ganancia que le permita seguir invirtiendo en más proyectos. Se equivocan los que defienden a ultranza la gratuidad. Fuera de aquellos que no tienen para sus más básicas necesidades, la mayoría puede en la medida de sus posibilidades gastar dinero en satisfacer sus necesidades culturales. Pero aquí desde temprana edad se le enseña a la gente que si es cultura debe ser gratis, lo que no hace más que depreciarla.

Las condiciones para llevar a cabo una buena promoción son en primer término, la calidad del proyecto. Esto no tiene que ver en si es comercial o no, pero una mala obra de teatro, una orquesta desafinada, un montaje improvisado, difícilmente generará interés. El mercado no es de incumbencia del creador, a este únicamente le corresponde llevar a cabo su trabajo con la mayor calidad. El deber del promotor es hacerlo llegar al público para que lo juzgue. Para un buen producto siempre habrá audiencia, el reto es hallarlo con los recursos disponibles.

En segundo término está la optimización de recursos para su difusión. La cantidad de dinero no es tan importante como el conocimiento del público objetivo; sus hábitos, preferencias y nivel socio económico para poder apelar al mismo con facilidad. Hay promotores que carecen de contacto con el mercado, desde el creador que produce sólo para su círculo social o el burócrata, conforme sólo con “cumplir”. Algunos optan por la especialización con buenos resultados, con la ventaja de que se ahonda en un mercado, se le explora y se transita por él una y otra vez. Sin embargo los promotores abocados a una especialización, corren el peligro de conformarse sin darse cuenta, con lo ganado, sin ir más allá, cuando lo que necesita nuestra cultura es crecer.